Drugstore Cowboy. James Fogle

Nada más importa. Ni comida, ni sexo, relaciones personales o familiares

Años setenta del pasado siglo. Bob Hughes lidera un pequeño grupo de yonquis que se dedica a robar en drugstores (preferimos la denominación americana, pues estos establecimientos no son estrictamente farmacias como nosotros los conocemos, pues venden muchos más productos que medicamentos). Es un grupo singular, pues lo que roba lo usa para metérselo en vena, y como mucho, intercambiarlo por otras drogas con otros grupos de consumidores o de traficantes. No venden lo que roban, y tienen un código bastante estricto en estos temas.

La novela nos va relatando las peripecias del grupo, que además de Bob, está formado por Diane, Rick y Nadine, cada uno de ellos con historias y perspectivas bien distintas, pero que se unen en un estilo de vida, en el que todo está centrado en consumir drogas, y su forma de conseguirlas es asaltar drugstores, en lo que son unos auténticos artistas.

El núcleo de la narración trata de los asaltos que llevan a cabo en drugstores u hospitales, o donde sea, para conseguir medicamentos para chutárselos, pues como ya señalábamos, ése es el objetivo número uno de sus vidas, por supuesto para luego inyectárselos. Nada más importa. Ni comida, ni sexo (que sobre todo en consumidores veteranos pasa casi a la historia), relaciones personales o familiares. Para este grupo un emocionante sábado noche consiste en asaltar un gran drugstore y esquivar a su guardia armado. Porque la vida de estos cuatro adictos consiste en correr y jugar.


mantienen códigos de conducta, son muy supersticiosos


A lo largo del relato vamos conociendo las dispares personalidades de estos cuatro yonquis, donde destacan la nerviosa, astuta y cautivadora del líder del grupo, Bob, o la vehemente y tremenda de Diane, mujer de armas tomar, que dejó familia e hijos por seguir esta vida de adicta.

Un aspecto que puede sorprender es el que en este grupo de depredadores, cuyo único interés es el consumo de drogas, no importando casi nada más, mantengan ciertos códigos de conducta de forma férrea, o sean tremendamente supersticiosos, lo cual choca con la imagen de una gente desesperada y totalmente amoral. Pero nos dejan bien claro que sus objetivos vitales pasan únicamente por el consumo masivo de drogas, y si la vida se les va en ello, lo aceptan con fría resignación. 

Como era de esperar las relaciones de este grupo con la policía no son especialmente buenas, y les lleva a reflexiones como las siguientes sobre el comportamiento policial:

…si la gente comenzara a percibir lo locos y perversos que son y el hambre de poder que tienen la mayoría de los policías, se morirían de miedo. Daba la sensación de que cuanto menos compasivos se mostraban y más severidad exigían en las penas, más aumentaban las posibilidades de que los policías infringiesen la ley

El estilo de la novela es vibrante, con unos diálogos antológicos, salpimentada de un humor bastante negro, en el que las reflexiones o pensamientos de los personajes se insertan con facilidad. Hay que destacar la brillantez de las escenas de acción –que en algún caso tienen un poderoso componente cómico-. Pero el elemento más atrayente de la novela se centra en la historia, personalidad y vicisitudes del protagonista, Bob Hughes, que por lo menos a quien escribe estas líneas le ha fascinado, pues nos plantea con cruenta y fría lucidez su opción de vida, que va más allá de una consideración psicopatológica, sino que es una auténtica postura vital, para la que no pide ni reconocimiento ni valoración. Un testimonio de estas características se sale del discurso represor y descalificador, pero también del buenismo comprensivo con los que falsamente considera como unos pobres enfermos. Para los cinéfilos hay una versión cinematográfica de 1989 dirigida por Gus van Sant. Una novela que impacta, apasiona y divierte.

Sajalín, 2018
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José María Sánchez Pardo

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