Gutiérrez y las almas muertas. Andrés Gastey

La época, sus anhelos, sus angustias, las sanguinarias acciones de la banda terrorista ETA

El inspector de la policía nacional, Gutiérrez, regresa a Madrid tras su estancia en la embajada española en Moscú, donde pudo desbaratar una compleja situación, lo que le lleva a ser nombrado, no se sabe si como premio o castigo, jefe de la Unidad de Documentación e Identificación, de la DGS, en su emblemático edificio de la Puerta del Sol. 

La llegada de Gutiérrez coincide con una época muy activa de la organización terrorista ETA, a la que se achaca el asesinato de su antecesor. 

Gutiérrez tendrá que acomodarse a una nueva situación, que le obligará a sortear las intrincadas costumbres administrativas, el reencuentro con una familia en la que ya no ocupa el mismo lugar que antaño, y el desgarro de la separación de Natalia, la corresponsal de prensa en Moscú, con la que había iniciado una apasionada relación. 

De esta forma, el autor nos va proponiendo una narración a varios niveles. Uno de ellos será un caso criminal en el que Gutiérrez tendrá que vérselas con eso que se ha ido en llamar las cloacas del Estado... Por otra parte se nos irá relatando las cuitas personales de un hombre que no se impone, a quien todo el mundo pretende decir qué es lo que debe de hacer: familia, novia, subalternos y superiores y oscuros personajes de la Administración policial. ero además se nos hablará de la época, de sus anhelos, de sus angustias, en las que las sanguinarias acciones de la banda terrorista ETA, serán fundamentales. 


viejas prácticas aferradas a viejos privilegios


Y uno de los logros de esta novela es la forma en que se nos va relatando todo esto. Es magnífico cómo usa de varias fórmulas estilísticas, desde el monólogo interior, al género epistolar, en el que va dando voz a diversos personajes. Así nos encontramos con fantásticos monólogos de la madre del personaje, la novia del mismo, algunos de sus jefes, o una hilarante carta de los hermanos del sufrido protagonista. 

Pero el personaje secundario más brillante resulta ser el dueño de El Progresoun pequeño bar cercano a las dependencias de la DGS, cuyo dueño y único camarero, Tallito, será quien recoja las tribulaciones de nuestro sufrido héroe, y quien le -y nos- transmitirá el pulso de la realidad, los sucesos pertienentes y el ánimo de una sociedad, que a diez años de la muerte del dictador, intenta desembarazarse, con desigual éxito, de los usos sociales y especialmente del poder, y crear una nueva forma de vivir. 

Porque lo que nos relata Gutiérrez son como las viejas prácticas administrativas de los servidores públicos se aferrran a sus viejos privilegios y a sus singulares modos y sinecuras. Y lo que nos relata el autor está de plena actualidad, y si no miren algunas noticias de los periódicos de nuestros días. 

Estos encuentros de Gutiérrrez con Tallito, se celebrarán alrededor de la ingesta de un brebaje muy especial, una botella de Pepsicola, en lo que creemos ver un homenaje al fantástico protagonista de algunas novelas de Eduardo Mendoza, el loco egresado por la policía postfranquista para investigar casos complicados, y que en El laberinto de las aceitunas o El misterio de la cripta embrujada, nos contó las entretelas de la Barcelona postfranquista, y cuyos momentos litúrgicos transcurrían alrededor de una botella del famoso refresco. 

Y entre una cosa y otra, Gutiérrez volverá a tener que resolver una historia criminal, que le puede costar caro, tanto a su integridad física como a la de sus seres queridos, y que nace del descontrol policial de aquellos años de plomo, en el que en el totum revolutum de la lucha antiterrorista se dieron prácticas criminales de dudosa legalidad. 

Y todo esto se nos ofrece en algo más de doscientas páginas, donde se nos ofrece una historia apasionante de intriga criminal, en la que seguiremos la pista de uno de los hérores de novela negra, que tras un aspecto de normalidad, y de un temperamento falsamente apocado, se nos muestra como un hombre lleno de tenacidad y vergüenza, que está dispuesto, a dejarse la piel y su carrera profesional, con tal de que unos nuevos aires de libertad y justicia se impongan en una realidad mezquina y canalla. Un estupendo reencuentro, que además promete nuevas entregas. Un libro que no hay que perderse. 

La discreta, 2018
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José María Sánchez Pardo

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