En su casa, en un cuarto secreto, en estanterías ocultas a las posibles miradas de curiosos, guardaba la chistera, la varita, el ramo de flores plegable, el cubo de doble fondo, los numerosos pañuelos multicolores anudados, el conejo, la paloma, las mesas con espejos, las espadas, las sierras, y los torsos, piernas y brazos de los trucos fallidos.
El día que decidió tentar al destino apostando todo cuanto tenía a otro número salió el 36. Fue a su casa, puso una única bala en el tambor de un Remington, lo hizo girar y se lo llevó a la boca. La suerte le sonrió, la bala del 36 salió en el primer disparo.
© Norberto Luis Romero. De Oficios sin beneficio.
Dos excelentes historias, Norberto. ¡Feliz año!
ResponderEliminar