Cada noche, en la oscuridad del salón, las figuritas del belén organizan batallas y combates. Los romanos por un lado, los pastores y los reyes por el otro. A la mañana siguiente, a muchas figuritas les faltan brazos, piernas, cabezas… El pobre gato, inocente por una vez, se lleva las broncas de los dueños con serena resignación.
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